Sonntag, 5. April 2009

PARA OPINAR HAY QUE GANAR ELECCIONES*

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Los productores anteños guardaron silencio con tal respuesta. Especialmente nuestro alcalde. En un pueblo pequeño donde todos saben la historia de todos, nosotros sabíamos bien a quién estaban dirigidos los dardos del presidente, aunque después de su partida, las aguas volvieron a su cauce y los empresarios enojados y en broma dijeron: ¡venir a humillarnos con créditos de 3.000 dólares cuando una de nuestras máquinas cuesta 500.000!

Al cabo de un año llegó de nuevo la algarabía a la ciudad; solo que esta vez me llevé una sorpresa: ¡el alcalde -amenazado antes- desfilaba en la caravana del 14 de marzo pasado junto al candidato presidente Rafael Correa! Cambió de camiseta y se fue con el partido de gobierno. Fríos cálculos políticos –de parte y parte- con la audaz obsesión de ser fuertes y sobrevivir. Las elecciones están cerca. Hoy más que nunca es imperativo sumar. Muchos ahora son revolucionarios, cantan las canciones de Mercedes Sosa, de Piero, gritan viva Chávez, se ponen camisetas con imágenes del Che, y no se dan cuenta que al avanzar sus colas de dinosaurio obstruyen el camino al futuro.

Pero mientras yo digitaba, vi a Jorge un tanto distraído en la pantalla moviendo los controles de su monitor. Esperé unos segundos alguna reacción de su parte, hasta que al fin se dio cuenta de mi silencio.

-Ah-, replicó un tanto sorprendido. –Serrat es un veneno para beberlo a grandes sorbos.Ahí te envío un trago que te bajará ardiendo la garganta-. Y recibí la canción. Yo cliqué de inmediato el ícono.



Escuchamos juntos y en silencio. Asentimos juntos las cabezas. Vi a Jorge golpear su mano contra la mesa de trabajo; luego hubo un silencio.

Jamás sabremos los secretos de aquel pacto contra natura, y de otros bailarines que, en vez de entregar la posta para que gente nueva venga a refrescar el deslucido campo de la política actual, se aferran a sus cargos de modo descarado, como si su razón de existir fuera estar ahí, simplemente, tal las sanguijuelas o los parásitos intestinales; aunque en éste caso, sólo un buen purgante limpiará el cuerpo.

-¿Es que no saben hacer otra cosa?-, me devolvió la píldora Jorge.

-Cierto-, digité a prisa. –Se aferran con las uñas al estado y no aflojarán hasta ver su presa en huesos apenas; luego mudarán de piel y se mostrarán a los incautos electores como los salvadores de aquel cuerpo moribundo y maloliente. ¿No son estas elecciones un cortejo fúnebre acompañado de momias (que no fueron incineradas a tiempo) llevando en sus hombros un ataúd con un muerto adentro llamado Ecuador?

-¡Hey, hey!-, contestó de inmediato, -que ciertos personajes en esta contienda electoral no se den cuenta que apestan a muerto entre sus ropas recién lavadas, no significa que el país está camino al cementerio.

-Pero si el sistema actual de gobierno, que es el suma sumarum de los errores del pasado-. Repliqué con vehemencia, y añadí. –Si lo que estaba mal ayer, hoy está bien; entonces ¿a dónde vamos? Ayer se cuestionaba el voto en plancha, y hoy el mismo presidente llama a votar en plancha por su tienda política. Ayer se renegaba que el ejecutivo tome dineros del Seguro Social, y hoy se ha vaciado la caja fuerte del IESS. Ayer, ayer, hemos vuelto al ayer.

-Hombre de poca fe-, me amonestó él con un “jab” en la pantalla. –Mira que debe ser difícil gobernar en una jaula de hienas, donde tú, si quieres sobrevivir, debes ser león.

-Y más que ello; pero hienas y leones se alimentan de carroña…y tú eres lo que comes

-…y quienes te rodean-, completó él, con ínfulas de solemnidad. La noche me recibió como su huésped en Bangkok. Me gusta el calor y el ambiente de esta ciudad. Yo vivo en casa de amigos en Banglampoo, en una callecita estrecha llena de agencias de viajes, bares y muchas carretas con comida cerca a Khaosarn Road, que es el termómetro de la vida aquí. El desarrollo de la economía, de la política y la agitación social del país, se siente –como en ningún otro sitio- en este sector lleno de pubs, hoteles, restaurantes, casas de masajes, agencias de cambio, ventas ambulantes abriéndose paso entre turistas, mendigos, tratantes de niños, homosexuales tras un incauto viajero que busca cumplir al fin sus oscuras fantasías sexuales. Todos los libros de historia, los tratados de economía y las teorías de las ciencias sociales están resumidos en este sector, donde acudo con frecuencia, convencido de la vida y de mi instante. Voy por esos callejones, anónimo, distraído, sin pasaporte y con cierto dinero en mis bolsillos, lo suficiente para un vino, cualquier sorpresa al amanecer y el chat space, sitio donde a menudo converso con Jorge.

Yo aún no estaba cansado. El aire acondicionado del local me había quitado el sueño; así que decidí narrarle la visita presidencial a Otavalo. El sábado por la noche llegó la caravana. Yo me propuse esta vez seguir cada paso del mandatario en la ciudad.

-¡Ah!-, me interrumpió Jorge con un emoticón, -pero si tú fuiste parte del movimiento que derrocó a Lucio Gutiérrez y que hoy son gobierno. ¡De qué te lamentas entonces!

-¡Ni me lo recuerdes!-, contesté de inmediato, -¡Cómo pude arriesgar la vida de mi familia para que esos grupos estén hoy en el poder!

- Cree en los cambios cíclicos del tiempo-, leí en la pantalla, donde el rostro de mi interlocutor asomaba con su risa mordaz, su mirada acusadora.

Aún están presentes en mí dos encuentros con Rafael Correa en el pasado. El primero fue en los patios de la Universidad San Francisco, durante la toma de Quito por parte de grupos indígenas, en protesta a las negociaciones del TLC iniciadas por Lucio Gutiérrez. Y el segundo, en los sótanos de radio La Luna, (noviembre del 2004) cuando él era un simple asesor económico del vicepresidente Palacio. Fue el tiempo de los forajidos (o foragiles), de conspiración contra el gobierno de entonces, y el entusiasmo que nos llevó a tomarnos las calles hasta botar del sillón al coronel, nos impidió ver con claridad los rostros y corazones de quienes estaban tras aquel movimiento. Cuando los grupos sociales pusieron a Palacio en Carondelet, muchos pescaron a río revuelto, (el actual presidente obtuvo lo que el coronel le negó: el ministerio de economía). El espíritu del movimiento fue traicionado. En política no hay buenas intenciones, sino una cruel y ruda lucha por llegar al poder y lo que para algunos puede ser el sentido de su lucha el estar al frente del gobierno; para otros –en cambio- es acceder a los fondos públicos y manipularlos de acuerdo a sus pequeñas y torpes visiones. Admito que fue un error acudir al llamado del sastrecillo del rey (como nombra Rómulo Cuello al locutor), para cambiar un mal gobierno por otro peor.

–Pero “no me toques ese vals, porque me matas”-. Tomé la letra de una canción para pedir a Jorge no topar este capítulo “gris –por improductivo- de mi vida.” –y lee mejor mi tercer encuentro con el presidente en Otavalo.

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