Mittwoch, 24. März 2010

SANGRE EN EL ASFALTO

 Los grupos de oposición al régimen tailandés, en mayo del 2010, reunieron 1000 litros de sangre entre sus seguidores para arrojarla en los patios del premier de la nación.

He dejado Bangkok, no sin tristeza. Los "camisetas rojas" siguen tomados las calles, aunque sin la fuerza del principio. Moon me dijo que ellos han venido "hasta acabar el trabajo". Igual que en Ecuador y las famosas manifestaciones de apoyo a los presidentes de turno, pensé.

Y recordaba un amanecer del 2009 en Chuchuquí, un pueblo olvidado en la provincia de Imbabura, donde vive mi familia, cuando entre tinieblas llegaron varios buses –pagados por el gobierno- a llevar mi gente, como ganado en un día de feria, a "manifestar nuestro apoyo en la capital a amo presidente, el único que habla nuestra lengua y el que se preocupa de los pobres", gritaba uno de los dirigentes indígenas. La comunidad vecina no fue, porque los militares y el ministerio de bienestar social nunca asomaron por allí -de modo deliberado- con sus fundas de fideos, sal, aceite y galletas. Los gobiernos saben que manteniendo dividida a la sociedad ellos se vuelven fuertes. Y por ello en Ecuador, diferentes instituciones gubernamentales, en su afán de debilitar a los “fastidiosos”, han empezado a repartir "ayudas sociales"  a ciertos barrios y recintos que, de otro modo, nunca hubieran asomado por allí sus cabezas.

¿Qué piden los Red T'shirts al tomarse Bangkok?

-“Que el poder del pueblo vuelva al pueblo", suena ahora la consigna. En barcos, en pequeñas canoas con motor han entrado por los ríos a la ciudad, en inmensas caravanas de motocicletas, buses, autos particulares; una marcha impresionante que, con el paso de los días, parece ahogarse en medio del calor, sobre los 40 grados. "A trabajar por la revolución", tal sus expresiones, han venido los campesinos pobres del norte y sur de Tailandia, los mendigos de los arrabales de Bangkok, cuyo centro lleno de lujuria es una ofensa a la miseria del resto.

Mr. Thaksin -el líder de la revuelta- ha dicho: "No retrocedáis. No es por mí, es por la dignidad vuestra y de la nación". Suena contundente, como ponernos a elegir en Ecuador entre "este hermoso amanecer socialista o la oscura noche liberal" (la misma torta, solo que en empaques diferentes). Las fuerzas de seguridad aumentaron sus efectivos de 35 a 50 mil, para impedir que los manifestantes causen disturbios en los espacios donde ellos acampan o se movilizan.

Algunos medios, para confundir a la población han publicado que las autoridades del sitio donde Mr. Thaksin se refugia, el Reino Árabe Unido, le han solicitado abandonar el país; lo que es desmentido de inmediato por sus seguidores en Bangkok, mientras su líder afirma en vivo ante las cámaras que el viaje estuvo planificado antes de las demostraciones para ir a visitar a su hija enferma en Alemania; Europa informa, por su parte, que varias naciones han ofrecido refugio diplomático al millonario empresario, entre ellas Nicaragua y Venezuela. Yo me digo, debe ser el color de la sangre derramada aquí lo que identifica a Daniel Ortega y a Chávez con el líder de la oposición tailandesa.

Los Red T'shirts consideran que el nombramiento del Premier Abhisit Vejjajiva, realizado por un parlamento transitorio a finales del 2008, fue un acto ilegal que viola varios principios de la carta magna, y en el clímax de las protestas decidieron hace cinco días reunir 1.000 litros de sangre de su partidarios a fin de rociarla como si fuera agua con detergente en los patios del parlamento. He visto con horror echar el líquido espeso en el asfalto, a los manifestantes danzar sobre él, tal un acto macabro de vudú y luego, igual que un sermón cristiano, decir ante a las cámaras y 50 mil personas: “Este líquido será el cuerpo y el alma que nosotros ofrendamos para la fundación de la nueva democracia.”

Pero el Premier no ha cedido un ápice a las pretensiones de los  revoltosos. ¿Por qué habría de hacerlo? 

 

Ellos amenazan entonces con una guerra de clases. Y se esfuerzan por presentar las protestas –a los medios- como una lucha de los sectores más pobres contra la élite política que ha gobernado el reino por varias generaciones. Los jóvenes dirigentes llenos de entusiasmo -con muchas ideas en la cabeza, llaman a los "humildes campesinos" (nombrados así también por el rey) “a unirse por la revolución y tomarse la ciudad”; el monarca, por su parte, sonríe ante las cámaras, pese a que estuvo una semana en el hospital acosado de una severa gastritis. Su mensaje es que todo está en orden en la nación; igual el Premier. Y así parece, sino fuera por las hordas de militares y policías apostados en los aeropuertos, al ingreso de las principales carreteras, gasolineras. Los ministerios lucen vacíos y cercados de peligrosas alambradas con navajas tan filudas como hojas de afeitar, mientras los burócratas salen a las calles a gritar sus consignas a favor del gobierno, pues están conscientes de que su estabilidad laboral depende de la permanencia de éste en el poder. Algunos medios, en cambio, ignoran por completo el barullo social y saturan sus espacios con crónica roja y deportes. El Manchester United, donde milita nuestro Antonio Valencia, es el mejor equipo del mundo, dicen ellos, seguido del Chelsea, y las conversaciones giran en torno a cada detalle del gran circo del fútbol.

Y mientras observo la nación desde el cielo, sus plantaciones de arroz perfumado (cada amor nos deja un recuerdo), los campos de azafrán, las plantaciones de banano, las piscinas camaroneras, las innumerables carreteras de primer orden, las redes del tren, vienen a mi mente las imágenes desde Venezuela, donde a través de fotos impresionantes en los medios se puede ver a los grupos de choque del señor Chávez ocupando los sitios más importantes de Caracas (palacio presidencial, edificio de justicia, ministerios) cuando los disturbios sociales son evidentes. La idea es mostrar al mundo que la situación está bajo control, que la inconformidad de algunos sectores son simples resentimientos de las élites económicas y políticas -derrotadas varias veces en las urnas, mientras la mayoría de población apoya los cambios llevados a cabo por su presidente.

Para ello poseen dependencias encargadas de librar una guerra mediática al menor síntoma social que pudiera manchar su imagen. No en vano se impone leyes y reglamentos para hacerse con el control de los medios de comunicación y cada acción, desde las aburridas cadenas nacionales, su aparición en una escuelita de barrio para regalar uniformes o cuadernos, o en el sitio donde acaba de ocurrir un grave accidente, está orientada a engrandecer su labor, por insoportable o falto de veracidad que sea.

A eso llaman en Ecuador contacto con las masas. El coronel Gutiérrez lo definía mejor: las encuestas de carne y hueso. Ellos actúan con las pulsaciones del minuto, no con el ritmo de los proyectos de largo alcance. Son como las adolescentes interesadas en cuidar su imagen con las ropas nuevas que adquieren, en vez de aceptar las formas reales de sus cuerpos.


Durante mis noches en Bangkok, me atreví a visitar los campamentos de los Red T'shirts. No son de modo alguno agresivos. Son gente humilde que sigue los preceptos de su rey: la sencillez de la vida, aunque éste, a diferencia de Gandhi, duerma en sabanas de seda y las riquezas de su palacio sean más ostentosas que cualquier monarca europeo. Los campesinos y jóvenes "revolucionarios" descansaban bajo inmensas carpas, por turnos, mientras en el escenario, junto al Democratic Monument, continuaban las arengas políticas de sus dirigentes y el desfile de celebridades artísticas, las 24 horas.

Me sorprendió ver ahí las obras completas Lenin y un afiche gigante de él guiando el pueblo al poder. En otro stand hallé las boinas negras con la estrella roja de la revolución socialista rusa y junto a ellas las gorras verdes de los campesinos chinos. Las Cinco Tesis de Mao y el Libro Rojo ocupaban un sitio de privilegio en las mesas. ¡Dios! Y mi corazón no pudo más con tantos vestigios de mi  juventud, cuando creía que para cambiar el mundo bastaban nuestros cuerpos hermosos y obedecer sin duda a los dirigentes.

Dos stands más adelante las camisetas del 'Che" Guevara, las boinas y hasta afiches con su frase sublime y llena de esperanza: ¡Hasta la victoria siempre! Pero nada puede ser perfecto en el mundo, como fondo de semejante feria estaban las imágenes del zar empresarial de Tailandia: Mr. Thaksin. Los CDs. con sus discursos políticos, las fotos entregando limosnas en los sectores más pobres, -hoy respaldando su vuelta a la nación y al gobierno. Se imprimió un periódico rojo cada día, y otro digital que informaba al mundo los logros de la revuelta; hubo revistas del partido que se entregaba a la ciudad tres veces por semana y hasta camisetas con fotos del guía, dos oficinas con computadoras e impresoras modernas, donde los seguidores hacían colas para obtener el carnet del partido, a fin de recibir casa gratis, empleo, o lo que haya, cuando llegue el tiempo de la revolución.

En Bangkok se repetía el juego perverso de tomarse las instituciones estatales con el apoyo e ignorancia de los sectores más pobres, el aparente desinterés de ciertos grupos económicos -que al final acaban pescando a río revuelto- y el miedo de los intelectuales a asumir una posición definida (es más fácil que equivocarse), manipulando temas que se vuelven consignas y caminos a seguir la nación, en medio de inseguridad social, de fracasos de gobiernos y de generaciones de políticos. La consigna suena igual en Ecuador, Bolivia, Nicaragua...y hoy en Tailandia.

En este escenario sombrío, un presidente sin una fortuna gigantesca, como la de Mr. Thaksin, es un muñeco -de trapo y de cartón- apenas, con dotes de ventrílocuo, al que sus asesores le mantienen ocupado con discursos y movimientos torpes sobre el escenario, con anuncios sosos de fundar una nueva república, constitución...Se escucha entonces las palabras nacionalismo, soberanía, dignidad...el público goza con sus ocurrencias y desplantes de mal humor. El muñeco grita "¡ladrones, ladrones!" Toma la espada y cruza el tablado tras ellos, cuando tras cortinas (no importa nombres) otros engordan sus traseros y sus carteras. El mensaje es claro: “Tú ocúpate de lo que te fascina, jugar al presidente, y deja a nosotros hacer los negocios.” Las leyes, constituciones, los movimientos dados por ellos y legitimados en referéndum por la población, están orientados a fortalecer su influencia tras el poder.

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