Freitag, 16. Juli 2010

ALONE IN SOLO (INDONESIA)




Solo, a city in central Indonesia, hosted me for ten days. And there without foreigners who speak English, without bars, beers, because it prohibits the Koran, although full of mosques, whose bells awaken the people to pray at 03:00 in the morning, then at 06:00, at noon and so until midnight. In the hotel where I stayed I heard this song many times.

Today, full of nostalgia, I opened youtube to find out who sing. I do not understand indonesian lenguage, but as most of young people there, I like it. I heard it the first time in Bali, where 99% of population is Hindu, then in Maliboro, where most of the people are Muslims, and in Jakarta: music has no religion, distance or borders. And in my bed while I read with enthusiasm my travel books and worked this poem, I enjoyed this song again. Can someone help me with an English translation of the song?



Hoy acepté que el mundo no acaba sin mí.

Soy la flor de un bosque de cemento
que se marchita al borde de la autovía,
soy un pájaro de fuego bajo la lluvia
que no maldice y acepta su instante,
cuando otros no llegaron ni a fecundar el óvulo.


Soy el brote de hierba que el jardinero
cortará a tiempo para evitar
que sus ramas sepulten la casa.
Soy el extranjero, al que vemos sus ojos
pero nunca entramos en su corazón,
y aunque no vuelva a asomar en nuestro camino,
sabemos que a su paso él alteró
para siempre la armonía de nuestras vidas,


como aquello que ignoramos
y está cerca y –al mismo tiempo- lejos de nosotros,
como aquello que nos mueve a emprender el viaje
y nos recibe de nuevo en sus brazos
cuando volvemos tristes -a veces-
igual que un perro apaleado en el camino,
o con la sonrisa en los labios;


como el cuerpo de una abeja flotando en el río bajo la tormenta,
como las semillas que no caerán a tierra
y acabarán su existencia envidiando el gozo de llegar a ser árboles,
como las hojas llevadas por el viento, los roedores
que se esfuerzan –igual que nosotros- y luchan
en el fango o en las alcantarillas del barrio
por su derecho a existir;


porque todo ello alimenta mi corazón
y ayuda a que la vida se multiplique y triunfe
sobre esos días grises y llenos de neblina.


Tomado del libro: Viajes, de Rafael Marcelo Arteaga, primera edición 2007

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