Montag, 21. Februar 2011

EMPRESARIOS Y POLITICOS

Caricatura de Juan Carlos Argüelles, Argentina
 
En Ecuador hay una fórmula para volverse ricos de modo fácil, para llenarse prestigio en un escenario lleno de sombras, y es vistiendo la camiseta de “revolucionarios”ya no es el hombre simple que empezó arreglando relojes en una transitada calle de New York, hace siglo y medio, que con visión de futuro y habilidad para hacer negocios, fundó y creció su empresa de fabricación de autos, hasta volverla dinámica, eficiente y capaz de competir -en presupuestos y gastos- con el mismo estado, como fue Henry Ford en Norteamérica. O Luis Noboa, en Ecuador, el mismo que en la adolescencia era peón en las plantaciones de banano, hasta llegar a ser uno de los más grandes exportadores de fruta en el mundo.  
Los empresarios de hoy saben que la mejor manera de crecer sus fortunas es ingresando al torrente sanguíneo de la nación para, desde allí, controlar los hilos de la política, manipular leyes y generosos contratos a su favor. A ellos mismos no les interesa estar frente a HYPERLINK "http://www.blogger.com/goog_432232273"un puesto público, HYPERLINK "http://www.eluniverso.com/2011/02/18/1/1355/indagan-2-asambleistas-jueces-constitucionales.html?p=1355&m=861"algo tan deprimente y aburrido, sin espacio siquiera o tiempo en sus apretadas carteras de negocios y, además, porque para ello están los políticos de profesión; esa clase social que no defiende ni profesa ideología alguna, más que su instinto de sobrevivir y de mantenerse a flote con cualquier caudillo de turno.
Ocupados en el cultivo de la imagen, llenos de privilegios que brinda el ejercicio del poder, de retorica y tesis antiguas aprendidas de memoria desde hace dos mil años, son las prostitutas de una tendencia política o económica en boga, que con sus cuerpos, sus palabras llenan de magia el salón, bailan, venden y arreglan el precio por sus servicios con el cliente, pero el que engorda su cartera es el dueño del prostíbulo.
Apéndices de un sistema económico, considerado –en silencio- por ellos, como injusto; a veces humillados por las clases dominantes, la de los empresarios, antes los terratenientes y sus ramificaciones fuertemente trabadas hoy en el mapa político; incapaces de competir con ellos debido a su escasa o nula habilidad en negocios, o al tamaño de sus fortunas, no perderán la ocasión de demostrar que están preparados para triunfar en las tareas confiadas por el actual presidente, mientras éste les garantice estabilidad, ascensos y posibilidades de visitar a menudo Carondelet.
Ellos no cuestionan si el máximo líder es eficiente o correcto en su actuar frente a la nación. Ni siquiera se atreven a alzar la voz. Sus pasos no están guiados por los ideales aprendidos en las aulas junto a sus maestros, en los libros. Alcibíades. Pericles. Séneca. Abrahán Lincoln. Gandhi: son nombres apenas que ellos olvidan cuando están frente al cacique escuchando sus arengas. No defienden los ideales de libertad, no son solidarios con los más desprotegidos porque ello significa lealtad y ésta se traduce en recompensa. Son políticos. Materia degradable. Reciclable, como sus bolsillos. 
Algunos –en cambio- son pragmáticos. Asumen retos, organizan equipos de trabajo, asignan responsabilidades, toman tiempos, cumplen metas con mano dura; mas al darse cuenta de que ello va contra corriente, renuncian a tiempo y se alejan con la satisfacción del deber cumplido. Son pocos para distinguirlos en la abultada maleza, pero existen. Los otros anuncian (no redactan ni añaden una coma) las leyes, van a las entrevistas, buscan su mejor perfil ante las cámaras, donde vociferan, sudan y manejan con cautela su lengua porque saben que una declaración o acción indebida pone en riesgo sus cargos, y volver allí cuesta mucho, o quizás nunca vuelvan.

Ellos no tienen horizonte en sus vidas sin el ejercicio de la política, porque no fueron educados -igual los artistas y los poetas- para generar riqueza, sino para llenar sus barrigas y alimentar sus egos, vestidos hoy con las ropas de ministro, mañana jefe de rentas públicas, o simples abogados del poder, aunque renieguen de sus profesiones. Y así como vienen, se van y pronto aquel sitio es ocupado por otra “estrella” fugaz.
Imaginemos a los integrantes del nuevo elefante blanco, denominado Consejo Ciudadano, por ejemplo, o la Corte Constitucional. Si revisamos la vida profesional de cada uno de sus miembros, veremos que el ingreso allí es la culminación brillante de sus carreras; luego -con docilidad a los mandatos del partido- vendrá un ministerio, aduanas, rentas, telecomunicaciones, la fiscalía…siempre y cuando, el sector político al que pertenecen y defienden tenga peso suficiente como para exigir su tajada al gobierno de turno. Luego nada. Volverán a sus cátedras, a sus estudios jurídicos, a la monotonía de sus empleos.
Los empresarios, en cambio, están educados para hacer dinero y verlo multiplicarse rápido, sin importar los medios. No les interesa ser ministros o vocales de institución alguna, (aunque en su formación académica aprendieron retorica también), que para ello están los “revolucionarios.” Una vez ganadas las elecciones, aumentan igual sus negocios y ganancias, reclutando siempre nuevos políticos a sus planillas de trabajadores. Crecen con el estado, es cierto, pero aun cuando sus empresas fracasen, algo improbable, ellos cambian pronto de actividad, fusionan capitales, se alían a consorcios extranjeros para obtener contratos aquí, sin licitación alguna, o con ellas (pero amarradas), y sin levantar sospechas; adquieren acciones en Wall Street, propiedades inmobiliarias en sitios estratégicos; compran deuda “ilegitima” nacional y logran que el país les pague hasta el último centavo, venden seguros para el área petrolera, maquinaria. Reciben jugosos contratos para ampliar la red vial del país, construir aeropuertos, puentes, importan medicamentos, insumos para la agricultura, tecnología... fundan, se adueñan de partidos políticos para crecer sus consorcios. Y su realización personal no es ser embajadores o cónsules en algún país lejano de Asia, sino ver sus nombres en el libro de Forbes como empresarios exitosos con negocios y capitales en continuo crecimiento.
Unos van a saludar y a tomarse la foto con Barack Obama, tal un sueño cumplido; y otros, a sentarse con él para hablar de negocios. He aquí la diferencia entre ambos sectores.

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